miércoles, 27 de noviembre de 2013

Las aventuras de una arañita (antes conocida como AracCeli)




Iba tan feliz una araña por su tela, cuando la abertura de una de las puertas la empujó hacia el vacío. Sus compañeras miraban con frialdad su viaje hacia ningún lugar que había emprendido. Llevaban demasiado tiempo avisándola de que cuando terminase su amada tela, tuviera la precaución de aplicarse pegamento en las patitas para evitar que las corrientes de aire se la pudiesen llevar. Pero eran demasiados días, demasiados meses, demasiados años sin que nadie abriese una puerta. Por lo que el exceso de confianza habían provocado que redujese las precauciones en cuanto a mantenerse o no pegajosa a su tela.


Mientras caía al vacío empezó a reflexionar acerca del sentido de la vida. Pensaba en como había desperdiciado tanto tiempo tejiendo su tela, comiendo pequeños insectos nacidos del polvo. Recordaba cuando era pequeña, como su abuela le explicaba que había vivido en un lugar muy lejano, lleno de luz, entre paredes blancas y a gran altura del suelo. Pensaba en como debía ser ese lugar, acogedor, calentito, repleto de pequeños insectos, algunos conocidos y otros exóticos. Recordaba como su abuelo interrumpía la narración para explicarle como les rompieron su casa. Comentaba que una enorme masa peluda los arrastró hasta el suelo, que los agitó al exterior, haciéndoles caer en un lugar oscuro y repleto de basura, restos de algo parecido a una especie de campo de concentración en el cual, conocieron a Hector, una educada y sabia pulga que llevaba horas encerrada en ese lugar. Juntos planearon la manera de escapar de ese lugar, y con sumo cuidado, consiguieron cavar un agujero en la pared viscosa y resbaladiza que les rodeaba. Sus pensamientos se interrumpieron sobre el hombro de alguien. Era un lugar blandito, calentito, recubierto de unos pelillos extremadamente suaves. No distinguía bien el color, nadie le había enseñado los colores, pero no le importaba. De pronto, empezó a agitarse violentamente provocando que la pobre araña saliese nuevamente disparada hacía el vacío. En un último intento de su instinto de supervivencia, se agarró fuertemente a una pequeña varilla que se movía rápidamente. Agarrada a ella empezó a trepar rápidamente, pero ni se imaginaba que es lo que se iba a encontrar. Miles de varillas le permitieron mantenerse sujeta, porque un terrible terremoto hacía que se levantase por los aires. Unos terribles alaridos la estaban ensordeciendo. Sin entender nada, intentaba mantenerse por todos los medios sujeta a las varillas con sus patitas, pero a menudo le resultaba imposible, así que decidió concentrar todas sus fuerzas en las patitas delanteras mientras el resto de su cuerpo botaba al mismo ritmo que los temblores que le acompañaban. Sentía que estaba en un parque de atracciones, movimientos vertiginosos hacia los lados, saltos hacia arriba y abajo le estaban empezando a remover las tripas. Se estaba empezando a sentir mareada. Un brusco movimiento hacia delante, le hizo volver a la realidad, le hizo vislumbrar lo que había más allá. La imagen que vio le erizó los pelitos de su diminuto cuerpo. Había oído viejas historias en su familia acerca de ellos, pero nunca los había visto, y menos, tan de cerca. ¡¡HUMANOS!!Según decían las viejas historias, eran seres monstruosos, gigantescos y sin ningún tipo que piedad. Contaba la leyenda que ninguna araña que los había visto de cerca, había sobrevivido, de una forma u otra acaban muriendo. Si no era a consecuencia del peso de su gigantesco cuerpo sobre ellas, a causa de unos extraños gases que emitían, en especial las hembras, que sin saber el porqué, los emitían entre extraños ataques de locura al contemplar a cualquier miembro de su especie. Aterrada, sin apenas poder resistirse a los movimientos, contemplaba con pavor la escena. Dos humanas frente a ella, la contemplaban sin apenas pestañear, mientras ella, aterrada apenas podía moverse.



De pronto sintió como el mundo se derrumbaba a sus patitas. Mientras la inundaba la misma sensación de angustia que sufrió al caer al vacío, pudo ver in situ el tamaño y forma de las dos humanas. El terremoto cesó, cesó la sensación de caída y una nube de polvo inundó el aire haciéndolo apenas respirable para la pequeña arañita. Sabía que había caído al suelo, pero sorprendentemente estaba viva.De entre el caos formado, pudo ver unas extrañas formas alargada y redondeadas de los laterales de un color rosado. Sabiendo que ya no tenía nada que perder, decidió acercarse a ellas, arriesgando su vida y dejándola en manos de los desconocido. Pero su sorpresa fue que al subirse encima de esas formas, acababan uniéndose en una de mayor tamaño. A pesar del miedo que sentía, el agradable calor que notaba bajo sus patitas la estaba tranquilizando. Lo que más le sorprendía es que por mucho que caminase, siempre seguía encontrándose con los mismos caminos. Por mucho que corriese, siempre chocaba con la misma colinita, blandita, calurosa y tras ella, las mismas formas alargadas que había visto al principio. Tras largo rato, dando vueltas por los mismos sitios, vio otro trozo de muro. Pero este no era como los que acostumbraba a ver diariamente, era algo distinto. Lleno de polvo, pero sin tela, como era lo habitual. Entre las rendijas que separaban los ladrillos que conformaban la pared, unos pequeños agujeritos que la invitaban a vivir nuevas aventuras. Por un momento, dudó entre seguir hacia delante o quedarse en ese lugar, que aunque repetitivo, le era de lo más agradable. Una dulce voz le indicaba que siguiese hacia delante, pero al girarse en busca del origen de esas palabras, vio un extraño gusano rosado con una especie de caparazón endurecido de color violeta. Se agitaba indicándole que prosiguiese su camino, mientras la voz le indicaba que se fuera. Sabía que había llegado el momento, que estaba a salvo. Sin pensárselo dos veces, saltó hacia una pequeña rendija y se coló dentro de un agujero, pero antes de adentrarse nuevamente a lo desconocido, se giró por última vez para descubrir cual era el origen de esa dulce voz.


Su sorpresa fue que eran las dos humanas que la miraban perplejas, las que la habían ayudado a escapar. Por primera vez, supo que todo lo que le habían dicho de los terribles humanos, no era cierto. Sentía que debían aprender que no todos los humanos intentaban destruirles o les condenaban a vivir dentro de un mundo rodeados de un invisible caparazón que les impedía salir. Miró hacia delante llena de esperanza y antes de desaparecer entre la oscuridad, se giró nuevamente, y en un gesto de agradecimiento, les deseó que tuvieran la misma suerte que había tenido ella.

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1 comentario:

  1. Tia, como disfrutas con el minimalismo (y como disfrutamos los que te leemos). En la novela el Reflejo ya aparece alguna escapada hacia el micromundo animal, y aquí en tu blog le sacas todo el jugo. Tú si que sabes!!!

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