miércoles, 24 de enero de 2018

Pelusas. El contagio.

"Día 9. Mi cuerpo está cuerpo está cambiando más rápido que el de los sujetos experimentales. EL VIRUS HA MUTADO"

    —¡Mierda!-exclamó Antonio lanzando la grabadora al suelo—ya me he vuelto a quedar sin batería.

   La anciana que estaba sentada a su lado lo miraba fijamente. Poco a poco se iba encogiendo en el asiento intentando evitar cualquier contacto mientras sujetaba con fuerza su bolso de piel de cocodrilo. Antonio se giró con brusquedad hacia ella, acercando su rostro hasta que casi le rozó la cara.

   —¿Acaso tengo pelos en la lengua?—Le preguntó mientras le mostraba su apéndice bucal a modo de burla.

   La anciana se acercó el bolso a la cara.

  —Sí—Le contestó con un hilo de voz.

  Antonio se palpó la lengua, sus mejillas, su frente y pudo comprobar que estaban cubiertas de un ligero vello.

   —¡Pues es verdad!—Exclamó.

  Mientras esto sucedía algunos pasajeros, testigos anónimos de la escueta conversación se habían levantado y lo observaban llenos de curiosidad y asombro.

     —Este hombre está enfermo, no debería estar aquí. ¡¡Azafata!! —gritó una voz entre la multitud que se estaba agasajando sobre Antonio.

     Pero nadie acudió a su llamada. La gente empezó a murmurar, los nervios empezaron a apoderarse del resto de los usuarios de la compañía. La gente estaba inquieta, algunos se levantaban buscando un lugar donde poder esconderse, otros en cambio, se cubrían la boca con pañuelos intentando evitar un contagio. El ambiente se estaba empezando a crispar cuando una de las azafatas interrumpió la reunión presa del pánico.

     —¡Ayuda, por favor! ¡Hay algo en la bodega que está intentando abrir la puerta!

    —No me venga con tonterías —Le increpó un pasajero— Eso es imposible, además, han dejado subir a un hombre enfermo de dios sabe que virus o bacteria que podría matarnos a todos !Esto es una vergüenza!

     La azafata les suplicó que la escuchasen.

    —¡Por favor, hay algo que intenta salir de la bodega! ¡Ayúdennos, mis compañeros no podrán contenerlo durante mucho más tiempo!

   Mientras esto sucedía Antonio era reducido por dos pasajeros que llevaban unas improvisadas  mascarillas en la cara hechas con unos pañuelos; tras un fuerte forcejeo consiguió liberar un pie y en el mismo instante que conseguía deshacerse de sus captores, un enorme estruendo hizo tambalear todo el avión. Entonces se hizo el silencio. Todo el mundo permanecía callado, mirándose los unos a los otros esperando algún tipo de aviso por parte del capitán, cuando un fuerte temblor sacudió nuevamente el suelo. De entre los hendiduras emergieron cientos de hordas de pequeñas pelusas de color oscuro bastante furiosas. Todo el mundo se quedó paralizado y sin que nadie pudiera evitarlo, empezaron a invadir el interior de la aeronave.

     En cuestión de segundos el caos inundó el ambiente, un grupo de ancianas empezaron a golpearlas con sus pequeños aunque cargados bolsos, mujeres sobre las sillas chillando sin parar, alérgicos estornudando, turistas japoneses sacando fotos, hombres corriendo en busca de una salida mientras cientos de pelusas salían disparadas de un lado para otro pasándoselo en grande.

    —¡Ueeeeeeeeeeee!¡A por ellos pelucompis!—Exclamó una de ellas sosteniendo un tenedor de plástico.

   Y en medio de ese enorme desorden; Antonio, disfrutando de la escena mientras se reía estrepitosamente.

       —¡Vamos a conquistar el universo conocido!—exclamaba sin parar.—El fin de la humanidad!

       En ese preciso instante, se quedó mudo y su rostro palideció. Ahora comprendía la magnitud de la infección; destruir el mundo conocido y conventirlo en un paraiso para las pelusas, molestas y delatadoras de que por allí no se limpia con frecuencia iba en contra de sus principio. No podía permitir que la raza humana sufriera una hecatombe de dimensiones universales.

     —¡Nooo! —Gritó enfurecido—Eso sería el final de las aspiradoras, los productos de limpieza y una crisis higiénica a nivel mundial. 

     Ahora lo tenía claro, debía salvar al mundo, eso era lo que siempre había deseado y la vida le había  puesto a su alcance todos los medios necesarios, había estudiado química y trabajaba como comercial de productos de limpieza. Siempre lo había sabido, era el elegido. En pie, sobre su asiento, abrió la compuerta para sacar su equipaje de mano y agarró con fuerza su maletín. Estaba decidido a darlo todo para salvar la humanidad, sabía que sería peligroso, incluso mortal, pero ya no le importaba. Si debía morir, ese era el mejor momento para hacerlo. Sería un héroe, pero antes debía llegar a la cabina del piloto y para ello era necesario cruzar el pasillo.

     A golpes de maleta apartó a todos los que se interponian en su camino, pero sin perder la educación.

     —Lo siento, pero no olvide llamar a "Siempre brillan sus suelos", productos ecológicos y a precios sin competencia—Les decía mientras chafaba cabezas o los apartaba a empujones.

      Ahora venía uno de los momentos que más temía; traspasar el muro de ancianitas. Sabía que sería un duelo muy duro, ellas armadas hasta los dientes de pastillas, laxantes y pastelitos para los nietos y él; con un simple maletín cargado de muestras. El ambiente empezaba a ser caluroso, las pelusas invasoras habían taponado el aire acondicionado. Pero debía intentarlo por todos los medios. Las miradas enfurecidas de las abuelitas se cruzaron con sus ojos provocándole un escalofrío que hizo que su cuerpo temblase mientras una pelusa se paseaba libremente entre ellos. Respiró hondo y sin pensárselo dos veces, abrió su maleta de cabina y les mostró el contenido.

    —¿Muestras gratis?

   Las ancianas se lanzaron como buitres ante la carroña, directas a los sobrecitos sin importarles en absoluto qué es lo que hacían los líquidos de su interior, sólo sabían que eran muestras y además, gratis. Respiró aliviado, un obstáculo menos, ahora debía enfrentarse a los turistas japoneses, pero la luz de sus flashes era demasiado cegadora. Una vez más la providencia le sonrió y con un rápido movimiento,  se acercó a ellos para hacerse un selfie multitudinario. Entusiasmados, empezarón a disparar sus cámaras hasta que se quedaron sin batería y aprovechando que iban a cambiarlas, se deslizó con rapidez entre ellos hasta llegar a la cabina del capitan. Frente a su puerta, una lágrima rodó por sus mejillas, un recuerdo de su ex-mujer, Cordelia, había aparecido en su mente, "no era muy guapa, ¡pero que bien follaba!" pensó y ese recuerdo le dió fuerzas para seguir adelante. Con su mano sobre el picaporte y decidido a entrar, reunió el valor suficiente para abrir la puerta con suavidad. Pero lo que sus ojos contemplaron le provocó tal estremecimiento que se quedó sin palabras; ningún humano llevaba el avión, tan sólo cientos de pelusas. Tragó saliva. No podía fallar, debía parecer una de ellas y entonces, se dio cuenta. Miró sus manos; estaban llenas de una capa densa de pelo oscuro y apelmazado por el polvo que había en los bolsos de las ancianas. Ahora sabía que no había marcha atrás, debía actuar en ese preciso momento o tal vez no tendría otra oportunidad. Decidido se acercó al cuadro de mando, mientras las pelusas lo miraban sorprendidas. No sabía por qué razón, pero entendía sus palabras.

    —¡Mira, es uno de los primeros transformados!
  —¡Genial, cuanto más grande y más polvo tenga encima, más poderosas seremos. El mundo es nuestro!—Exclamó una pelusa de proporciones épicas a sus espaldas.

   Se giró cuidadosamente y pudo ver que se había sentado sobre ella. Sin saber el por qué, le pidio perdón y deslizó una tarjeta sobre ella, a lo que la pelusa le contestó:

   —No tiene porqué avergonzarse. Usted es el elegido para conquistar el mundo, siéntese joven, no hay problema alguno en que sea sobre mi.
    —Pero alteza, —replicó su acompañante— es un plebeyo.
    —¡Insisto en que se siente sobre mi! Soy Pelusus III, rey de las pelusas de la ropa por derecho propio y del resto de las pelusas del mundo por sangre materna. Y si yo digo que se siente, se sienta. Adelante hijo, no le de vergüenza.—Volvió a insistir.

    Se sentó nuevamente sobre su majestad pelusa y agarró con fuerza los mandos del avión; tenía un plan y nadie iba a impedir que lo llevase a cabo.

   Sonrió mientras  se dirigia directo al pequeño chalet de su ex-suegra, ajeno a los gritos de los pasajeros que seguían luchando sin posibilidades contra una masa enfurecida de pelusas. Un segundo antes del impacto miró al cielo y dijo en voz alta:

    —¿Qué tengo la casa llena de pelusas? Te vas a enterar.








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lunes, 19 de octubre de 2015

Rebelión

"Cuando dejas de perseguir tus sueños, ellos te persiguen a ti con rostro de la frustración" Cassandra Rock



Lo que en principio debía ser un día como cualquier otro, se convirtió en una pesadilla para muchos padres. Un día en que, a pesar del desenlace y los años, nunca podremos olvidar.

No recuerdo en que es lo que estaba haciendo en ese momento, pero lo que dijeron por la televisión hizo que perdiese todo interés por lo que me rodeaba..


“(Presentador)
Sentimos interrumpir la emisión pero hemos recibido una noticia de ultima hora. Al parecer un extraño fenómeno está ocurriendo en la pequeña población de Liberty”

Fue escuchar el nombre de mi ciudad y dejar que mi atención se centrara completamente en las imágenes del colegio donde estudiaban mis hijos. Sentada sobre el sofá rezaba en silencio para que mis hijos no estuvieran sufriendo ningún daño.

“Presentador:
Nuestra compañera Gloria se ha desplazado al lugar de los hechos. Conectamos con ella.

—Gloria, ¿Qué es lo que está sucediendo?
—Buenos días Ignacio. De momento apenas tenemos datos concretos, sólo podemos decir que los niños no han sufrido ningún daño, pero desconocemos que es lo que esta sucediendo realmente. Los pocos datos que disponemos son de un profesor que se ha escapado. “

Me levante y agarré con rapidez el abrigo y las llaves del coche, ni me di cuenta de que dejaba el televisor encendido hasta que…

“—Señores espectadores, la policía nos acaba de solicitar que por favor, insisto, que por favor no se acerque ningún padre a la escuela por la seguridad de los menores. Recuerden, es muy importante que permanezcan lo más alejados del lugar para evitar cualquier incidente que ponga en peligro la seguridad de los menores.
—De acuerdo Gloria. ¿Pero nos puedes explicar que es lo que está pasando?

La presentadora resopla.

—Lo siento Ignacio, pero es que yo apenas me lo puedo creer.

(Presentador).
—Interrumpimos la retransmisión..... Mis compañeros me informan de que disponemos de un video en el cual el profesor habla del extraño fenómeno que ataca desde hace un par de horas a esta escuela.”

No podía parar de temblar, me dolía el estómago, estaba tan ansiosa por escuchar lo que decía el profesor que ni me percaté de que llevaba aún el abrigo puesto y empezaba a sudar.

“(Presentador)
 —Queridos espectadores, el video que van a poder ver a continuación contiene declaraciones en exclusiva del maestro de la escuela, rogamos que si hay menores a su lado no lo vean, puede herir su sensibilidad”

De forma inconsciente busqué a mis hijos por la sala. Entonces me percaté de que el motivo por el cual estaba allí era porque ellos estaban en esa escuela. Estaba furiosa conmigo misma, deseaba ir al colegio y entrar a buscar a mis hijos, pero al mismo tiempo, me daba miedo que esa situación pudiera poner en peligro sus vidas. Si les pasara algo, no me lo podría perdonar.

“(Grabación)

Buenos días señor Gallardo. Usted es profesor de matemáticas en la escuela, ¿nos podría explicar lo que esta sucediendo?

—Dios mío, ha sido horrible.

—Por favor, diríjase a la cámara tal y como le explicado antes y, repita todo lo que me ha dicho.¿De acuerdo?

—Si, si—Se frota la frente y respira hondo— Eran las 12 y cuarto, aproximadamente, cuando estaba en clase enseñando a mis alumnos a resolver ecuaciones de segundo grado —Garraspea—Estaba escribiendo unos problemas en la pizarra para que ellos lo resolviesen cuando.. el excesivo silencio reinante en la clase, me ha hecho sospechar que algo sucedía. Ya me entiende, lo niños cuando no hacen ruido, es que hacen algo que no deben”

¡Maldita sea, habla de una vez! Exclamé con los puños cerrados, como si pudiera intimidarle desde mi propia casa.

“—¿Y qué vio?
—En principio no me pareció nada raro. Todos mis alumnos estaban con lápiz en mano escribiendo sobre sus libretas, pero cuando me acerqué a uno de ellos vi que no copiaba las ecuaciones, sino que estaba haciendo un dibujo. Eso hizo que me enfadase mucho y le pregunté al niño por qué hacía un dibujo en mi clase, que eso no era la clase de plástica; me respondió que esa no era su intención, que el lápiz no le dejaba hacer otra cosa. Si le he de ser sincero, el dibujo era espectacular, un árbol extremadamente detallado para un niño de su edad, pero, a pesar de eso, levanté la cabeza y en voz alta pregunté a los demás chicos si había alguno que se sentía obligado por el lápiz a hacer dibujitos. Mi sorpresa fue cuando el resto de los alumnos me contestaron que a ellos también les pasaba. Me quedé de piedra. Le juro que pensé que era una broma que habían planeado la clase entera. Con rabia cogí el lápiz de uno de ellos y lo partí furioso mientras les decía que no estaba para bromas o les castigaría a hacer una hora más de clase, me giré hacia la pizarra con el dibujo en la mano, cuando un grito de uno de los niños hizo que me volviera hacia ellos y entonces los vi….
—Por favor, señor Gallardo, relájese y cuéntenos el resto.
—Los lápices parecían tener vida propia, se apartaron de las manos de los niños y se dirigieron hacia mi a toda velocidad con sus puntas perfectamente afiladas, seguidos de los bolígrafos. Se pararon a apenas unos centímetros de mi cara y entonces una lluvia de gomas de borrar hizo que saliese corriendo de la clase. ¡Meeec! Perdón, no debía haber dicho eso, temía por mi vida ¡entiéndanlo!”

Lo juro, por un segundo pensé que era una broma del canal de televisión, una broma de muy mal gusto, pero lo que vi a continuación hizo que se retirase inmediatamente ese pensamiento de mi cabeza.

“Presentador:
—Gloria, ¿Esto que nos está contando es cierto? Por que a mi me parece de lo más inverosímil.
—Mira Ignacio, el profesor Gallardo nos ha dejado el dibujo de su alumno. Sólo tiene 7 años y ha dibujado un árbol que ni siquiera se encuentra en nuestro continente.
—Impresionante. ¿Qué ha dicho la policía al respecto?
—La policía insiste en que mantengamos la calma. Un agente nos ha informado que están vigilando el interior de las aulas y todo parece de lo más normal. Los niños se encuentran bien, sentados en sus mesas, sólo temen por la vida de los profesores que están rodeados de lapiceros, bolígrafos e incluso, las gomas de borrar y las tizas les tienen amenazados. Pero por ahora no han dado más detalles. Lo único que te puedo decir es que ha venido varios furgones de las fuerzas de asalto; suponemos que a la espera de poder encontrar una solución a esta extraña situación.”


Mientras tanto, en el interior de una de las clases…

—Niños, no os mováis. Todo irá bien.

La señorita de los alumnos más pequeños, Carmela, los abrazaba intentando darles un poco de tranquilidad mientras cientos de lapiceros  de colores y demás artilugios para escribir estaban frente a ellos, observando cada uno de sus movimientos. Carmela no sabía cuantos minutos habían pasado, pero se le hicieron eternos hasta que vio como se unieron entre ellos formando una figura antropomorfa. Se desplazaba con movimientos rápidos  y a los pocos minutos, salió de la clase dejándola con la boca abierta y muy asustada.

La figura se movió con rapidez por los pasillos de la escuela en dirección al despacho del director del centro. Este se había escondido tras un armario archivador, como si de alguna forma supiese que lo estaban buscando. Encogido, temblando de miedo, aguardaba con resignación su final . Sin ningún tipo de miramiento, la figura entró rompiendo la puerta con los brazos llenando el suelo de astillas de madera. Miró la sala y al no verlo lo llamó por su nombre.

—¡Carlitos!, sal de dónde estés.
—No, no quiero, me vais a matar, lo se—Respondió el director.

La figura ladeó la cabeza sorprendida.

—No queremos matarte, hemos venido a buscarte. ¿O es que ya no recuerdas la promesa que nos hiciste cuando eras un niño?
—¿Qué promesa? Yo no recuerdo ninguna promesa.

Por supuesto que la recordaba, pero tenía tanto miedo a salir que no pudo evitar mentir ante sus amigos de la infancia. Hacía demasiados años de ese día, esa inocencia que le hizo pensar que podía comerse el mundo con sus dibujos. Recordaba perfectamente esa tarde en la que en voz alta, de pie sobre la silla de su habitación y con las manos repletas de lápices de colores, dijo en voz alta:

—¡Prometo que siempre dibujaré con vosotros en mis manos y si algún día dejo de hacerlo, venid a buscarme!

Habían pasado los años y demasiadas veces se había arrepentido de su decisión. Recordó las palabras de su padre: ”Los sueños no te van a dar de comer, deja esas tonterías de dibujar y estudia algo que tenga futuro”. Él asintió sin rechistar y estudió dos años de económicas para dejarlo y dedicarse a la enseñanza. Pensó que era la mejor forma de estar cerca de su verdadera pasión, dibujar. Pero siempre tenía miedo de dejarlo todo por ese sueño. Con el tiempo, perdió la esperanza y solo le consolaba el estar rodeado de niños, al principio coló algún que otro dibujo suyo haciéndolo pasar por el de un alumno aventajado, pero la rutina y la desidia hicieron que pronto dejase de hacerlo y acabó convirtiéndose en el huraño y aburrido director Carlos Cabrera.

—No tienes escapatoria. Sabemos que quieres venir con nosotros.
—No puedo —Respondió.
—¿No puedes o no quieres? Si realmente no quieres, nos iremos sin hacer ruido. Tu elijes Carlitos, pero sabes que si elijes mal, el dolor te consumirá.
—Lo se, pero, yo no…. —Balbuceó— Yo tengo miedo

La figura se acercó al armario archivador y lo retiró con cuidado de no hacer daño al director.

—Ven con nosotros—Le dijo acercando una mano construida con lápices de colores.

Carlitos sonrió, volvía a ser un niño y dejó que la figura lo ayudase a levantarse. Una vez frente a ella, asintió con la cabeza y ambos se marcharon desapareciendo entre los pasillos del colegio.



“(Presentador)
—Señores espectadores, noticias de última hora. En directo con nuestra compañera Gloria desde la ciudad de Liberty, en el colegio que ha estado atacado por un extraño suceso. Adelante Gloria.

—Hola Ignacio. Como pueden ver a mis espaldas, la policía ha liberado a los alumnos y profesores que estaban retenidos.
—¿Qué ha pasado Gloria?
—La policía no se lo explica, de pronto los lapiceros, bolígrafos y demás útiles usados en la escuela para dibujar o escribir están esparcidos por los suelos y son totalmente inofensivos. Sólo nos han informado de la desaparición del director del centro, Carlos Cabrera. En breve podrán ver la foto de él. La policía va a facilitar un teléfono de atención al ciudadano para que puedan informar si alguien lo ve.
—¿Y los niños?
—Los docentes se disponen a llamar a los padres para que vengan a buscar a sus hijos. Insistimos, no hay nadie herido ni ningún niño presenta ninguna herida, tan sólo un pequeño susto.
—Muchas gracias Gloria. Señores espectadores, hoy es un día especial para todos, nuestros hijos están sanos y salvos, aunque nunca podamos explicar que es lo que realmente ha sucedido, al menos estamos tranquilos. Buenas tardes”

El teléfono sonó, al descolgarlo, escuché la voz de la maestra de mis pequeños, nunca me había alegrado tanto de escuchar la voz de esa mujer y a pesar de que no podía parar de llorar, le dije que ahora iba a buscarlos. Camino a la escuela recordé la foto del director, Carlos Cabrera, al principio no lo reconocí, habían pasado muchos años, pero recuerdo perfectamente a ese niño, a Carlitos y como me dibujó con tan solo 5 años. Mis padres llamarón a los suyos para felicitarlos por el magnífico retrato que me hizo, demasiado bueno para un niño de tan corta edad, pero sus padres se enfadaron mucho y se que le castigaron tirándole todos sus lápices de colores a la basura. Pobre Carlitos, pensé.

 Entonces les vi, mientras salía del coche, sus caritas sonriendo venían hacia mi con los brazos abiertos.

—Mamá ya está aquí con vosotros—Les dije mientras los abrazaba con todas mis fuerzas.






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